El Espíritu Santo en mi vida es el Consolador que me guía, ilumina mi camino y me da
fuerza en mi debilidad para avanzar.
Gálatas 5:25 nos dice: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.”
Para tener al Espíritu Santo en nuestra vida, es necesario mantener una relación y comunión
constante con Dios. Esto implica leer la Biblia diariamente, orar, adorar al Señor y
perdonar.
No podemos decir que tenemos al Espíritu Santo si nuestro corazón y mente están llenos de
odio, rencor, celos o envidia. El Espíritu Santo no puede morar en un corazón que no le ha
dejado espacio para entrar. Por eso, no debemos apagar Su fuego. En 1 Tesalonicenses 5:19
se nos exhorta: “No apaguéis al Espíritu.” Debemos mantener vivo el fuego del Espíritu
Santo en nuestras vidas.
Siempre debemos tener una actitud de humildad y obediencia, aprender a aceptar y
perdonar, apartarnos de las malas amistades e influencias, y buscar constantemente la
presencia del Señor. Pidámosle a Dios que nos dé Su Espíritu Santo, pues por Él somos
hijos de Dios y llevamos Su sello.
San Juan 14:26 nos dice: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará
en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
El Espíritu Santo es nuestro Consolador y Maestro. Si vivimos por el Espíritu, debemos
andar conforme a Él, porque todos los que somos guiados por el Espíritu Santo somos hijos
de Dios. Somos templo del Espíritu, y la presencia de Dios vive en cada uno de nosotros
que le hemos recibido como nuestro Salvador.
Vivamos guiados por el Espíritu y manifestemos en nuestra vida los frutos del Espíritu
Santo, como nos enseña Gálatas 5:22-23: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.”
Que hoy el Espíritu Santo llene nuestro corazón, renueve nuestras fuerzas y nos guíe a vivir
conforme a la perfecta voluntad de Dios.
